viernes, 22 de julio de 2011

XV

Estrellas doradas brillaban en el cielo del bosque,
Manzanas rojas colgaban entre las hojas
Y tú paseabas entre los árboles
Como una niña de mejillas sonrosadas
De un cuento de Hans Christian Andersen.

Un león alado paseaba entre las hojas,
En un desierto de dunas de colores,
Bajo la luna azul,
Durmiendo junto a ti,
Acostado en un mar de náufragos,
Volando sobre Venecia
A bordo de un tren de nubes.

XIII y XIV

XIII (Miedo)

Sombra verde
proyectada tenue en el fuego...

Sombra de tierra amarilla,
De negro estruendo de olas,
De hojas de geranio marchitas.

Como una ventana de la casa familiar
Por la que abandonarlo todo,
Por la que acabar con todo,
Por la que empezarlo todo.

Como una mariposa de acero revoloteando sobre mi cabeza.

Como un muro que saltar para huir del peligro,
Un muro frío y terrible,
esperanzador.

El lobo estepario aúlla
Y el hombre se encoge de miedo.

El hombre está perdido,
El hombre es un cobarde,
El hombre tiene miedo.
Miedo a la mariposa de acero que revolotea en su cabeza,
Miedo a los geranios de hojas marchitas,
Amor por las hojas verdes,
Miedo a la tormenta.
 

XIV (desesperación)

 Los cuervos caían desde el acantilado,
Desplomándose hacia mí,
El cielo estrellado, las rocas,
El suelo temblaba y se agrietaba.

Aplastado bajo las rocas,
Bajo las estrellas.

Ahogándome, náufrago en el fuego
Del incendio de la estepa,
Echo atrás la cabeza y aúllo.

La mariposa de acero revolotea,
Cercana a mí.

XII

Monedas cayendo sobre tu regazo,
Hojas verdes, árboles,
Soles.
Soles verdes.
Luz verde.

Hojas verdes, árbol de vida,
Océano de hierba sembrado de juguetes de niño...
Osos de peluche, marionetas,
Relojes de cuerda, manecillas de oro,
Espigas de oro...
Hojas de oro
Aire de oro
Aire de hojas verdes,
Aire de árbol,
Aire de septiembre.

Paseabas tranquila entre las espigas de oro,
Jugando con aquel oso,
Aquel enorme oso,
Aquel enorme devorador de mares...
Aquel insignificante y terrible juguete,
Y sonreías,
Feliz,
Ajena a las bombas que la aviación dejaba caer a pocos metros de ti...
En tu botella de cristal,
Es tu barco velero,
Surcando el mar de hierba.

XI (África)

El cascarón se rompe,
el hombre emerge de las profundidades.
El viejo pedazo de tela roja, blanca,
se despeña por la ladera blanca, roja de sangre,
surcando el lago gris,
las plumas del pétreo ave fénix,
muerto,
vivo por fin.

  
El hombre arde en la hoguera,
grita, y de sus ojos brota sabia de baobab.
Una lanza clavada en su costado,
un reloj de arena que le devora por dentro,
que le pudre el cerebro,
que le vacía las cuencas de los ojos
como un gusano de seda.

  
La sangre mana de la montaña.
La sangre empapa los cuerpos desnudos.
Como un ejército de hormigas solitarias,
los cuerpos se juntan, los flamencos emprenden el vuelo.
La sangre alimenta los cuerpos ávidos de sexo.
La sangre cubre el mar y alimenta a los hijos de los espíritus.

  
La sangre brota de los ojos del baobab moribundo.
El chamán despedaza su cuerpo,
los lobos aúllan y los guerreros ríen, ebrios de muerte.
Un cuenco lleno de sangre borbotea, al fuego.
El búho, degollado, cae sobre la cabeza del último de los hombres.