miércoles, 8 de febrero de 2012

XXVII

Y si me clavo la pluma
en la garganta para callarme,
y me tapo los oídos,
y la cabeza,
y la razón,
y me pierdo, a ciegas,
por ocultarme tras el ala del sombrero,
consumido,
quemado,
calcinado,
incinerado,
rodeado de un mar de magma.
Perdido.

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