jueves, 26 de abril de 2012

XXXVIII

Tumbada en el bosque,
con una rosa en la mano y un abrazo en los ojos,
con las hojas latiendo a tu alrededor,
corazones de incautas víctimas
arrancados, aún vivos, con la muerte en su pecho,
con las hojas ardiendo a tu alrededor,
corazones de incautas víctimas
vivos y con la felicidad de tu mirada en el pecho,
con el aire a tu alrededor
desperdigando pedazos de tu mirada,
como migajas de fuego cayendo sobre hojas secas,
como pies de fuego pisando cenizas de ciudades arrasadas.

Viento. Las hojas danzan como un coro griego.

Se aproxima el agón y tiemblo
ante las hojas que arden a tu alrededor.
Se aproxima, y un águila enfurecido
emprende su vuelo en mi espíritu
golpeándome con sus alas como tú con tu mirada
y la corriente del imparable río me lleva,
hasta hacerme naufragar.

El lobo con quien corría por la estepa, ardiendo por dentro,
el lobo con quien me arrojaba intentando, en vano, volar,
está muerto, ahogado bajo tu torrente sin freno
y sólo un águila bate sus alas junto a mí.

Asesina de lobos,
liberadora de águilas,
tormenta que me hace naufragar,
trueno que golpea mi pecho,
lluvia que me moja la cara,
con tu rosa y tu abrazo en los ojos,
haciéndome batir las alas.

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