jueves, 28 de junio de 2012

XLI

¡Arrástrame,
tejedora araña maquiavélica,
enredándome en tu cuerpo como mis palabras en tu pelo,
preso de tus sábanas y tu piel de arena,
perdido en tu sabana, en tu desierto, en tu jungla, en tu mar,
en tu voz de encantadora de serpientes,
atrapado por tus manos de Artemisa!

¡Arrástrame a tu trampa mortal!
¡Que tu boca me devore y tus uñas me desgarren
hasta que mi alma por entero quede hecha tizas!
¡Que tu piel de fuego calcine todas mis esperanzas!
¡Que tus ojos me roben la libertad
dejándome preso tras tus pestañas,
encadenado a tus lágrimas y tu tormenta!

¡Arrástrame contigo,
isla desierta, refugio de náufrago,
con tal de no ahogarme solo entre las olas,
y ahógame lentamente entre tus brazos!

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