martes, 20 de noviembre de 2012

LII

Te veo en mis sueños pétrea e inamovible
como el faro de mi puerto y mi destino,
deslumbrándome hasta hacer que me salten las lágrimas,
recordándome el motivo de mi viaje a la deriba,
guiado por tu luz de amanecer siempre hacia el Este.

No quiere morir en mí la esperanza
y aunque las corrientes me alejen de tu costa
la brújula me señala, incansable,
la ruta hacia tus labios,
y no será hoy el día, ni mañana,
en que abandone mi viaje y me rinda:
mi alma está ya náufraga y perdida
entre la bruma del deseo de tu cuerpo
y sólo por ti puede ser rescatada.

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