Ojalá dejase de ver en mi mente –pensé-,
como sempiterno cuadro, su mirada
tierna como carne poco hecha.
Su sonrisa de vientre de golondrina,
sus pómulos de manzana roja mojada por el rocío.
Ojalá soñase con ella.
Ojalá dejase de soñar con ella.
Ojalá no hiciese falta un sueño
para poder volar con ella,
entre sus labios,
entre sus manos, y
suavemente,
lentamente,
como la marea
subiendo,
fundirnos la piel en una sola.
Precioso
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